Tuesday, September 05, 2006
El guión de Chinatown
Si desde el principio Chinatown, la película de Roman Polanski, recuerda algunas atmósferas de las novelas de Raymond Chandler, no es sólo por el escenario (la ciudad de Los Ángeles) o la época (1937) o el protagonismo de un detective privado, sino por las recámaras: las historias que encubren otras historias, el crimen en primer plano que disimula otro crimen más grave y de mayores consecuencias políticas. Como una caja china dentro de otra.
Chinatown trata de un detective privado (Jake Gittes: Jack Nicholson) cuyos servicios solicita la esposa de un funcionario importante para saber con quién se anda acostando su esposo. Al principio de la investigación, Gittes se enfrenta al enigma de varios asesinatos, pero detrás de ellos descubre un escándalo mayúsculo de tipo político que tiene que ver con el suministro de agua a la ciudad de Los Ángeles. Es decir, la historia de Chinatown tiene un trasfondo histórico, se sustenta en un acontecimiento político real que ocurrió en 1906 y que el guionista, Robert Towne, traslado a 1937, cuando Los Ángeles ya tenía el aspecto típico de una ciudad del sur de California.
La idea del guionista era que
ciertos crímenes se castigan porque pueden ser castigados. Si uno mata a alguien, roba o viola, se le detiene y se le mete en la cárcel. Pero los crímenes que se realizan contra toda una comunidad realmente no se pueden castigar, al contrario: se premia a quienes los cometen y a las calles se les ponen sus nombres o aparecen en placas de bronce. Ése es el sentido del argumento.
En la primera escena de la película, que sirve sólo para caracterizar al personaje del detective, Jakes Gittes habla con uno de sus clientes, Curly, un marido celoso que dice que va a matar a su esposa. Gittes lo ataja con las siguientes palabras que tienen como función ilustrar el punto de vista del guionista: “Tienes que ser muy rico para matar a alguien, a quien sea, y librarla. ¿Crees que eres tan importante como para que no te hagan nada, crees que tienes tanta categoría?”
Syd Field, el autor de dos de los mejores manuales para escritores de guiones cinematográficos: Screenplay. The Foundations of Screenwriting y The Screenwriter´s Workbook, piensa que el guión de Chinatown, de Robert Towne, es uno de los más brillantes que se han escrito en las últimas décadas. Lo pone como ejemplo en sus clases. Recomienda que lo lean y estudien todos aquellos que desean convertirse en guionistas o directores de cine.
Cuenta Syd Field que una vez que estaba dando su curso en Bélgica lo llevaron a ver los museos en donde se encuentran las pinturas de los flamencos primitivos: el Bosco, Jan van Eyck, Bruegel, artistas de los siglos XV y XVI. En Brujas, una amiga le mostró un cuadro en el que en primer plano aparecían dos personas contra un hermoso paisaje de colinas y mar al fondo. Su amiga le explicó que en realidad los paisajes eran italianos, pues los primeros pintores flamencos solían ir a Italia para depurar su técnica y estudiar los colores y su textura; luego volvían a Bruselas o Amberes y pintaban a sus patrones contra aquellos paisajes que les servían de fondo. Fue entonces cuando “se me prendió el foco”, dice Syd Field, “y entendí cómo estaba estructurada Chinatown. Robert Towne había tomado un escándalo de principios de silgo y lo había puesto como fondo de una historia que tenía lugar en 1937”.
Hacia 1900 la ciudad de Los Ángeles se estaba muriendo de sed. Para sobrevivir tenía que hacerse de otra fuente y la más próxima era la del río Owens, situado en el valle de Owens, a 250 millas al noreste de la ciudad. Un grupo de hombres de negocios, entre los que e encontraba Noah Cross (John Huston), concibió el plan de comprar los derechos del río y los terrenos sin valor del valle de San Fernando que después, una vez construido un acueducto desde el valle de Owens, revenderían ganándose unos 300 millones de dólares.
Pocos años después, cuando se completó el acueducto y Los Ángeles floreció sin problemas de agua, las verdes y fértiles tierras del valle de Owens se secaron.
Noah Cross, que había sido jefe del Departamento de Energía y Agua, logra hacer el negocio, aunque para ello tenga que asesinar a Hollis Mulwray, Leroy, Ida Sessions y a su hija Evelyn Mulwray (Faye Dunaway). Y la libra. No le comprueban nada. “Hay que ser muy rico para matar a alguien, a quien sea, y librarla.” El escándalo que Jakes Gittes descubre está entrelazado con todos los otros crímenes a lo largo del guión, como una pintura flamenca. Y así amarra la historia de principio a fin.
Chinatown trata de un detective privado (Jake Gittes: Jack Nicholson) cuyos servicios solicita la esposa de un funcionario importante para saber con quién se anda acostando su esposo. Al principio de la investigación, Gittes se enfrenta al enigma de varios asesinatos, pero detrás de ellos descubre un escándalo mayúsculo de tipo político que tiene que ver con el suministro de agua a la ciudad de Los Ángeles. Es decir, la historia de Chinatown tiene un trasfondo histórico, se sustenta en un acontecimiento político real que ocurrió en 1906 y que el guionista, Robert Towne, traslado a 1937, cuando Los Ángeles ya tenía el aspecto típico de una ciudad del sur de California.
La idea del guionista era que
ciertos crímenes se castigan porque pueden ser castigados. Si uno mata a alguien, roba o viola, se le detiene y se le mete en la cárcel. Pero los crímenes que se realizan contra toda una comunidad realmente no se pueden castigar, al contrario: se premia a quienes los cometen y a las calles se les ponen sus nombres o aparecen en placas de bronce. Ése es el sentido del argumento.
En la primera escena de la película, que sirve sólo para caracterizar al personaje del detective, Jakes Gittes habla con uno de sus clientes, Curly, un marido celoso que dice que va a matar a su esposa. Gittes lo ataja con las siguientes palabras que tienen como función ilustrar el punto de vista del guionista: “Tienes que ser muy rico para matar a alguien, a quien sea, y librarla. ¿Crees que eres tan importante como para que no te hagan nada, crees que tienes tanta categoría?”
Syd Field, el autor de dos de los mejores manuales para escritores de guiones cinematográficos: Screenplay. The Foundations of Screenwriting y The Screenwriter´s Workbook, piensa que el guión de Chinatown, de Robert Towne, es uno de los más brillantes que se han escrito en las últimas décadas. Lo pone como ejemplo en sus clases. Recomienda que lo lean y estudien todos aquellos que desean convertirse en guionistas o directores de cine.
Cuenta Syd Field que una vez que estaba dando su curso en Bélgica lo llevaron a ver los museos en donde se encuentran las pinturas de los flamencos primitivos: el Bosco, Jan van Eyck, Bruegel, artistas de los siglos XV y XVI. En Brujas, una amiga le mostró un cuadro en el que en primer plano aparecían dos personas contra un hermoso paisaje de colinas y mar al fondo. Su amiga le explicó que en realidad los paisajes eran italianos, pues los primeros pintores flamencos solían ir a Italia para depurar su técnica y estudiar los colores y su textura; luego volvían a Bruselas o Amberes y pintaban a sus patrones contra aquellos paisajes que les servían de fondo. Fue entonces cuando “se me prendió el foco”, dice Syd Field, “y entendí cómo estaba estructurada Chinatown. Robert Towne había tomado un escándalo de principios de silgo y lo había puesto como fondo de una historia que tenía lugar en 1937”.
Hacia 1900 la ciudad de Los Ángeles se estaba muriendo de sed. Para sobrevivir tenía que hacerse de otra fuente y la más próxima era la del río Owens, situado en el valle de Owens, a 250 millas al noreste de la ciudad. Un grupo de hombres de negocios, entre los que e encontraba Noah Cross (John Huston), concibió el plan de comprar los derechos del río y los terrenos sin valor del valle de San Fernando que después, una vez construido un acueducto desde el valle de Owens, revenderían ganándose unos 300 millones de dólares.
Pocos años después, cuando se completó el acueducto y Los Ángeles floreció sin problemas de agua, las verdes y fértiles tierras del valle de Owens se secaron.
Noah Cross, que había sido jefe del Departamento de Energía y Agua, logra hacer el negocio, aunque para ello tenga que asesinar a Hollis Mulwray, Leroy, Ida Sessions y a su hija Evelyn Mulwray (Faye Dunaway). Y la libra. No le comprueban nada. “Hay que ser muy rico para matar a alguien, a quien sea, y librarla.” El escándalo que Jakes Gittes descubre está entrelazado con todos los otros crímenes a lo largo del guión, como una pintura flamenca. Y así amarra la historia de principio a fin.
